lunes, 1 de noviembre de 2010

Historias ficticias hechas por mí

NOSOTROS
La fragilidad de la vida

Nunca había creído en el amor. Jamás había sentido nada parecido por nadie. Nunca me había sentido igual. Sin embargo, todo esto fue lo que me enseñó lo que es en realidad la vida. Me di cuenta de que la vida no es más que un frágil hilo. Un hilo que puede romperse en menos de un segundo. Un hilo que puede aparecer y desaparecer, todo al mismo tiempo. Mi historia comenzó a principio de curso. Había empezado en primero de bachillerato y hacía un frío que te calaba hasta los huesos. Cuando entré en la clase, apareció el ser que sería el primero en darme la importante lección. Javier. Javi, para los amigos. En ese momento tuve la sensación de que ya estaba enamorada de Javi incluso antes de cruzar la puerta, me di cuenta de que nunca había amado a nadie más. Pasaron los días y los meses hasta que por fin decidí declarame a él y contárselo todo. Lo cogí solo al salir del instituto y le dije sin rodeos: "Te amo". Se lo dije de la manera más directa posible, era mejor ir al grano. Cuando sentí que estaba a punto de estallarme el corazón, me rodeó con sus brazos y me susurró: "Sara..." Y, antes de que me diera cuenta, yo ya le había devuelto el beso. Quedamos al día siguiente por la tarde en el parque. Hací muchísimo frío y parecía que iba a llover. Ya hacía media hora que debía haber llegado, sin embargo, no apareció. Dispuesta a esperar otros cinco minutos, vi aparecer a lo lejos la figura de Fer. Venía corriendo y jadeando, con la cara pálida y con la mirada que parecía indicar confusión y odio. Se acercó a mí y dijo: "Sara, no va a venir." ¿Qué? pregunté yo, inocente. "Sara, Javier no va a venir. Él... ha tenido un accidente... acaba de morir".

NOSOTROS
ERINA

La historia que estoy dispuesto a contar no es fàcil. Yo diria que hasta imposible. Muchos astrofísicos han intentado establecer contacto con los alenígenas, pero no lo han conseguido. Yo no soy astrofísico, es más ni siquiera creía en ese tipo de cosas. Pero una noche de verano todo cambió. Me disponía yo a correr las cortinas de mi habitación cuando, de repente, un destello de luz apareció en el cielo y cayó rápidamente al suelo, como si de una estrella fugaz se tratara. Pero aquello no era una estrella fugaz. En absoluto. Tan grande fue el impacto, que salí corriendo de mi casa a tal velocidad, que mis piernas temblaban cuando llegué al sorprendente escenario. Caí de rodillas al ver allí, en el suelo, una descomunal cúpula de metal que irradiaba un calor insoportable. De repente, una puerta en el centro de la cúpula se abrió y dejó al descubierto la frágil figura de una mujer. No fui capaz de moverme de donde estaba. Qudé maravillado por su belleza. De repente la bella mujer se me acercó, arrodillándose ante mi y suplicando entre lágrimas: "¡Por favor, por favor, libérame oh poderoso señor governador de las tinieblas! Me arrepiento de todos mis pecados, por favor, por favor...!". Sin saber qué decir, pregunté: ¿P..p..p..erd..done? Ella se me quedó sorprendida y dijo: Por cometer un acto de terrorismo y volar por los aires el ayuntamiento de mi pueblo, he sido condenada a vivir eternamente en las tinieblas, mi nombre es Erina, y fallecí cuando mi avión se estrelló. ¡Por favor, apiádese de mi alma!  Sorprendido, dije: "L...l...lo siento, me temo que se està usted confundiendo, esto no es... el infierno, señorita. ¿P...p...puedo saber de dónde ha salido? No entiendo como...". "Vengo de Marte, mi señor". En esos momentos tuve una asombrosa revelación: ¿ De verdad esa mujer cree estar en el infierno? ¿ Era posible que nuestro mundo de corrupción, desequilibrio, maltrato y crueldad se hubiera convertido en el infierno de otro planeta? Lo que más me sorprendió, sin embargo, fue el caer en la cuenta de que esa mujer había fallecido. Volviéndome loco quizá, la llevé hasta mi casa. Allí, ella pareció estar como... no sé... su mirada intentaba decirme algo, estaba seguro. Sin previo aviso, me acerqué a ella y la besé. Ella me devolvió el beso. " Te has enamorado del diablo", pensé. Desde entonces he empazado a creer en lo imposible. Lo que más me sorprende, es que, hoy, dentro de una hora, voy a casarme con ella.






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